Con el sugestivo título de Reviravoltas,
la artista Sanzsoto (Barcelona, 1947) ofrece en la galería Bus Station una
muestra en la que continúa con sus impactantes y abiertos diálogos entre
mancha, cromatismo y espacio. Tras haber transitado más de cuarenta años de
variadas formas de expresionismo y abstracción, ha llegado a conseguir un
lenguaje de gran libertad, en el que prima la fluidez, el movimiento y los
ritmos ondulantes que expresan el ir y venir perpetuo, los avatares de la vida
y las imparables circunvoluciones del tiempo .
Circunloquios, rodeos, giros, volteretas,
espirales... ondean indetenibles, del mismo modo que lo hacen astros y galaxias
en el espacio. Están presentes también el núcleo, el germen, el ser en potencia
desplegándose, buscando su lugar en la tierra y en el cielo; igualmente, las
sugerencias de viaje, de devenir y de suceso anímico: la poesía del acontecer
que no tiene fronteras, sino que es crecimiento continuo, y, por lo mismo,
ruptura continua con lo que cierra, impide, amputa o limita.
Todo ello lo expresa a través del trazo:
tránsito de la mano que sigue el ritmo pautado del anhelo íntimo y que es
amplio, generoso, en una gestualidad enriquecida de texturas y de complejas irisaciones,
fundidas en una unidad cromática de base, a la búsqueda imposible de abarcar el
todo inabarcable (valga la paradoja). Ella, cuyo nombre Carmen significa
cántico y jardín, es la maga de las formas proteicas y cambiantes, la mujer
creadora insuflada por los poderes de la diosa: de Venus, de Diana, de Cibeles,
de Minerva...; es la generatriz, el grito del Mediterráneo, tan fecundo en las energías
de lo femenino; es lo femenino mismo, alzado con todo su potencia y
capacidades, con todas las fuerzas de la semilla que saliendo del seno oscuro
va al encuentro de la luz, de la mañana, del verbo, de la música de las
esferas; es pura creatividad, palabra traducida a gesto y canto del color, en modulaciones
que van de las intensidades cromáticas del tono mayor al lirismo del tono
menor, donde lo que canta es la luz crepuscular, recogida a las intimidades del
secreto, a las voliciones inasibles del alma enamorada.
Sanzsoto, que fue de “roca y espumas”, es
decir de tierra y mar, es ahora de ala, de aliento, de aire, de gozo expandido
y sabio, porque se ha forjado en la fragua de la experiencia y del dolor,
asumiendo con valentía las reviravoltas y pathos y retos del vivir, germen del
gran arte. Heredera de las rebeliones del 68, poeta y artista integral, tras
haber pasado por Tránsitos, Silencios y Khatarsis, vibra ahora en las libres,
generosas, ingrávidas corrientes de sus simbólicas configuraciones que hablan
de memoria recuperada, de heraclitiano pasar, pero también de revoluciones
internas, de transformación
y metamorfosis. Pues “ ...no hay nada que
olvide la memoria/ ni sol que no caliente/ni fuego que no queme/ ni pájaro sin
alas”. Son sus versos.